El nombre Italia designaba en el siglo V a.C, según el historiador griego Antíoco de Siracusa, la parte meridional de la actual región italiana de Calabria -el antiguo Bruzio-, habitada por los ítalos. Dos escritores griegos algo más recientes, Helánico y Timeo, relacionan el mismo nombre con la palabra indígena vitulus (ternero), cuyo significado explicaron por el hecho de ser Italia un país rico en ganado bovino. En el siglo I a. C., el toro, símbolo de los pueblos sublevados contra Roma, es representado en la monedas emitidas por los insurrectos abatiendo a una loba, símbolo de Roma: la leyenda viteliú (de los ítalos) confirma que vinculaban el nombre de Italia con el ternero-toro. Por otra parte también es posible que los ítalos tomaran su nombre de un animal-totem, el ternero, que, en una primavera sagrada, los había guiado hasta los lugares en los que se asentaron definitivamente.
Con el tiempo, el nombre se extendió por toda la Italia meridional para abarcar después toda la península. En el siglo II a. C., el historiógrafo griego Polibio llama Italia al territorio comprendido entre el estrecho de Mesina y los Apeninos septentrionales, aunque su contemporáneo Catón el Viejo extiende el concepto territorial de Italia hasta el arco alpino. Sicilia, Cerdeña y Córcega no pasarán a formar parte de Italia hasta el siglo III d. C., como consecuencia de las reformas administrativas de Diocleciano, aunque sus estrechos lazos culturales con la península permiten considerarlas como parte integrante.
Manuel Jesús González Fernández
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