En torno a las lenguas clásicas, griego y latín, y a la cultura que expresan se ha creado Europa y, en realidad, toda la cultura que hoy se abre paso al mundo. Los griegos fueron los primeros progresistas, y los romanos, los primeros constructores de grandes espacios legales y políticos.

Nuestras lenguas, nuestras artes y literaturas, nuestro pensamiento, nuestra ciencia, nuestra política nada serían sin ellas.

martes, 15 de noviembre de 2011

La infancia en Esparta

Nacido un hijo, no era dueño el padre de criarle, sino que tomándole en los brazos, le llevaba a un sitio llamado Lesca, donde sentados los más ancianos de la tribu reconocían al niño, y si era bien formado y robusto, disponían que se le criase, repartiéndole una de las nueve mil suertes; mas si le hallaban degenerado y monstruoso, mandaban llevarle a las que se llamaban apotetas o expositorios, lugar profundo junto al Taigeto.
Por tanto, las mujeres no lavaban con agua a los niños, sino con vino, haciendo como experiencia de su complexión, porque se tiene por cierto que los cuerpos epilépticos y enfermizos no prevalecen contra el vino, que los amortigua; y que los sanos se comprimen con él y fortalecen sus miembros.
Había también en las nodrizas su cuidado y arte particular: de manera que criaban a los niños sin fajas, procurando hacerlos liberales en sus miembros y su figura; fáciles y no melindrosos para ser alimentados; imperturbables en las tinieblas: sin miedo en la soledad, y no incómodos y fastidiosos con sus lloros.
Los más ancianos los veían jugar, y de intento movían entre ellos disputas y riñas, notando así de paso la índole y naturaleza de cada uno en cuanto al valor y perseverancia en las luchas. De letras no aprendían más que lo preciso; y toda la educación se dirigía a que fuesen bien mandados, sufridores del trabajo y vencedores en la guerra:  por eso, según crecían en edad, crecían también las pruebas, rapándolos hasta la piel, haciéndoles andar descalzos y jugar por lo común desnudos.
El caballo y el pequeño jinete del cabo Artemisión, escultura griega en bronce (h.140 a.C.). Atenas, Museo Arqueológico.

Cuando ya tenían doce años no gastaban túnica ni se les daba más que una ropilla para todo el año; así, macilentos y delgados en sus cuerpos, no usaban ni de baños ni de aceites, y solo algunos días se les permitía usar este regalo.
Dormían juntos en fila y por clases sobre mullido de ramas, que ellos mismos traían, rompiendo con la mano sin hierro alguno las puntas de las cañas que se crían a la orilla del Eurotas; y en el invierno echaban también de los que se llaman matalobos, y los mezclaban con las cañas, porque se creían que eran de naturaleza cálida.

Plutarco, Licurgo, XVI.

Julia.

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