La consideración social de la mujer romana en Grecia y Roma presentaba aspectos comunes, pero también algunas diferencias notables.
La mujer griega tenía como función primordial la reproducción, pues los hijos perpetuaban el culto familiar, y su papel social era secundario. Vivía en el gineceo, lugar de la casa reservado a las mujeres, del que no salía más que para acudir a alguna fiesta religiosa o acompañar en el parto a otra mujer. Se mantenía ajena al mundo masculino y a la cultura.
Esta era la situación en Atenas, que mejoró relativamente tras la guerra de Peloponeso, pues las mujeres espartanas gozaban de mayor libertad: tomaban parte de la vida pública, presenciaban los Juegos Olímpicos y participaban en los Juegos Olímpicos femeninos en honor a Hera.
La mujer romana estaba dedicada también a la maternidad, pero tenía un estatus social elevado, pues se la consideraba ama y señora de la casa, domina, y compartía la educación de los hijos y la autoridad sobre hijos y esclavos con el esposo, como compañera y consejera.
A diferencia de las griegas, las romanas podían acudir a termas, a espectáculos públicos y religiosos y participar en los banquetes. Disfrutaban de mayor libertad, pero también estaban sometidas a la autoridad del padre o marido, y no tenía derechos políticos ni jurídicos.
También respecto a la educación difieren mujeres griegas y romanas, pues mientras en Grecia se limitaba a aprender historia y juegos junto a las mujeres de la familia hasta los siete años, en Roma, las niñas se educaban en casa hasta esa misma edad, pero hasta los doce años acudían a casas de los maestros para aprender a leer, escribir y nociones de cálculo.
Afortunadamente, no en todas partes se daba la misma situación, en la isla de Lesbos existió una escuela para muchachas aristocráticas donde se estudiaba música, canto, danza y otras materias. La escuela tenía gran renombre y hasta nuestros días han llegado poemas de Safo, una excelente poetisa de Lesbos.
Alicia.
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