Soy el dios de la guerra. Ninguna divinidad se atreve a enfrentarse a mí, cuerpo a cuerpo y sin artimañas. Nadie en estas condiciones ha sido capaz de vencerme y cuando lo hicieron Hércules y Atenea, cosa que me irrita recordar, fue gracias a la astucia y el engaño y... ¡así no luchan los dioses!
Soy el único hijo legítimo de los dioses supremos, Hera y Zeus; debería ser su preferido, pero mi padre, no sé por qué, a veces favorece a otros hijos.
Dicen que no soy muy inteligente, pero nadie duda de mi fuerza y tanto diosas como mortales están encantadas de relacionarse conmigo. Sé que quienes me critican lo hacen porque he conquistado a la diosa más bella, a Afrodita; Eros, el dios del amor, es la prueba y el resultado de mi conquista.
Ciertamente los griegos, más dados a la filosofía y a las artes, me ignoraron bastante, pero los romanos, pueblo guerrero que valora la importancia de la fuerza y las conquistas, me han dedicado infinitos templos y me ofrecen innumerables sacrificios.
Me representan como soy, joven, fuerte y armado con mi casco, mi escudo y mi lanza.
Julia.
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