El Cine es pura magia, de
principio a fin. Ficción con unas gotas de realidad que es capaz de
transportarnos a otro mundo, de hacernos olvidar, o recordar. Y lo hace
mintiéndonos maravillosamente haciéndonos creer lo increíble. Y son muchos e
incontables los momentos que lo demuestran, y muchos los trucos usados para que
nos emocionemos de mil y una maneras o más. Sólo el cine puede regalarnos
música cuando sientes ese primer beso de los protagonistas, o saltar en el
tiempo a gran velocidad hacia el futuro o el pasado, puede matar infinidad de
veces y otras tantas devolver a la vida. Grandes historias que hemos
presenciado y que llevamos grabadas en nuestro interior gracias al
extraordinario poder de seducción que tiene el Séptimo Arte. Pero en el fondo
sabemos que todo es un truco, un maravilloso truco por el que nos dejamos
embaucar. Sin embargo, si somos capaces de descubrir el secreto de dicho truco,
lo maravilloso ya no nos lo parece tanto, y toda fascinación puede desaparecer.
‘El Ilusionista’ tenía todos los ingredientes para enamorarnos contándonos una
gran historia de amor como las de antes, con sus dosis de suspense… y magia.
Sin embargo, el mago no es tan bueno y nos ha dejado un soso truco de
principiante.
El argumento de ‘El
Ilusionista’ nos lleva a la rivalidad entre un mago de éxito en la Viena del
siglo XIX y un heredero al trono que prácticamente odia a todo el mundo. La
prometida de éste reconoce en el mago un amor de la infancia, el cual renace
para colmo del príncipe. Éste contará con la ayuda de un comisario de policía
que intentará que nuestro mago favorito no se pase de la raya.
El director, Neil Burger, realiza la
película como si se tratara de una actuación de un mago verdadero, nos expone
los hechos, nos expone un misterio, nos da unas pistas bien claras y luego al
final trata de sorprendernos con la intención de que se nos quede cara de
atontados, y efectivamente lo consigue, nos quedamos con el rostro sorprendido.
María Cristina Delgado Gelo.
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