En torno a las lenguas clásicas, griego y latín, y a la cultura que expresan se ha creado Europa y, en realidad, toda la cultura que hoy se abre paso al mundo. Los griegos fueron los primeros progresistas, y los romanos, los primeros constructores de grandes espacios legales y políticos.

Nuestras lenguas, nuestras artes y literaturas, nuestro pensamiento, nuestra ciencia, nuestra política nada serían sin ellas.

martes, 29 de noviembre de 2011

Llegada a Hispalis.

Contemplando el paisaje, durante mi viaje a Sevilla, solo me fijaba en el origen de todas las cosas que me rodeaban, si serían de estilo romano o ellos mismos las habrían creado. Me rodeaban millones de olivos, de los que sé que todos y cada uno de ellos fueron cultivados por aquella antigua civilización. Esto me aventajaba en mi aventura por la vieja Hispalis.
Llegué a la ciudad, y al pisar sus antiguas calzadas sentí a los esclavos llevando en sus hombros a sus amos. Me fijé en el ambiente y solo podía imaginarme que sería una de mis mejores aventuras. Tenía tanta belleza a mi alrededor...
Caminando con un rumbo desconocido, me remonté a tiempos de Julio César, cuando era cuestor de la ciudad. Él mandó construir las murallas y sus torreones, que fueron reemplazadas por las antiguas empalizadas hechas con troncos y barro, existentes en la época de los cartagineses. Me imaginaba a los romanos defendiendo su ciudad, metidos en aquellos torreones día y noche para proteger su riqueza.


Este fue el primer monumento que visite pero no seria el último, ya que mi aventura por esta ciudad romana de Hispalis solo había empezado. Caminaba por las calzadas y veía en cada esquina un pedazo de nuestros antepasados, estatuas, azulejos...Me quedé plasmado con la belleza de todos los bustos que se encontraban en aquel lugar, la llamada Casa de Pilatos. Estaban todos, como si estuviesen en una cena todos reunidos, tallados cada uno de los emperadores romanos. Observaba con curiosidad todos lo detalles que estaban en cada uno de los bustos. Cada uno tenia un esplendor, una belleza inigualable...estaba delante de obras de arte que mis antepasados habían hecho con sus manos.


No estaba cansado, tenía ganas de más. Todo lo que había visto me había encantado, era la cuidad perfecta.
Navegando se encontraba él, aquel que tanto misterios llevaba y tanta belleza le daba a esa Torre del Oro, protectora y vigía de la ciudad. Tenia un nombre particular, no por tener oro, sino por los reflejos dorados que daban los azulejos que recubrían su fachada. Me dispuse a conocer más de esta antigua torre, para ello decidí adentrarme en ella. Estaba llena de tanta belleza que me dejó comprender la importancia de esa torre, que parecía tan simple: era la guardiana de todo el oro que circulaba por este río, llamado Guadalquivir.

Iba caminando hacia un rumbo desconocido, mi pensamiento me llevaba y conducía hacia épocas antiguas. Intentaba reconstruir cada momento y situación que había vivido esta ciudad. Me iba fijando en los nombres de las calles e intentaba relacionarlos con lo que ya conocía. Llegué a la conocida Plaza de la Alameda y lo primero que hice fue situarme en medio y observé que en cada uno de sus extremos tenía dos columnas. Mis ojos observaban poco a poco hasta llegar al final y, no me lo creía, estaba él. Corriendo busqué en mis anotaciones de qué me sonaba ese personaje que se encontraba al final de una de las columnas...y ¡sí! lo encontré plasmado en la bandera de mi comunidad autónoma, me di cuenta de la importancia que tuvo también en esta ciudad. Estas columnas habían sido encontradas en unas excavaciones para reconstruir una casa del centro de la ciudad. Pero a mi no me cuadraba, y me preguntaba que por qué estaban Hércules y Julio César al final de cada columna, pero rápidamente mis conocimientos me mostraron una antigua leyenda que contaba que fueron los creadores de Hispalis. 


Me pareció increíble todo lo que estaba viendo, cada monumento me estaba dejando más impactado, pero cuando estaba a punto de seguir conociendo esta antigua civilización, el atardecer se asomaba por esos pequeños arcos que se encontraban en el emblema de esta ciudad.


 Mi mirada señalaba y observaba con detenimiento aquella majestuosa, célebre y excelsa figura del Giraldillo que con su montera protege desde aquel torreón que pregonaba con sus campanas que ahí estaba la Giralda, que desde sus ventanas ves aquel horizonte lleno de belleza y riqueza que se titula...


 ...Sevilla.

María.

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