La mujer griega tenía como función primordial la reproducción, pues los hijos perpetuaban el culto familiar, y su papel social era secundario. Vivía en el gineceo, lugar de la casa reservado a las mujeres, del que no salía más que para acudir a alguna fiesta religiosa o acompañar en el parto a otra mujer. Se mantenía ajena al mundo masculino y a la cultura.
Esta era la situación en Atenas, que mejoró relativamente tras la guerra de Peloponeso, pues las mujeres espartanas gozaban de mayor libertad: tomaban parte de la vida pública, presenciaban los Juegos Olímpicos y participaban en los Juegos Olímpicos femeninos en honor a Hera.

A diferencia de las griegas, las romanas podían acudir a termas, a espectáculos públicos y religiosos y participar en los banquetes. Disfrutaban de mayor libertad, pero también estaban sometidas a la autoridad del padre o marido, y no tenía derechos políticos ni jurídicos.

Afortunadamente, no en todas partes se daba la misma situación, en la isla de Lesbos existió una escuela para muchachas aristocráticas donde se estudiaba música, canto, danza y otras materias. La escuela tenía gran renombre y hasta nuestros días han llegado poemas de Safo, una excelente poetisa de Lesbos.
Alicia.
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